El derrame comenzó de repente, sin previo aviso. El manchón negro cubrió el piso y llenó los estantes, para luego salir a la calle en una enorme ola que destruyó a su paso todos los aparatos eléctricos. Después desapareció sin dejar rastro alguno que sirviera para descubrir de donde vino o a donde fue.
Hubo teorías sobre el hecho y otras cosas más, pero nadie acertó. A nadie se le ocurrió que la ola fuera producto de las lágrimas negras de un triste libro, abandonado en plena lectura.
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