Wednesday 12 November 2008

Personas

Comienza nuestra vida, comienza nuestro recorrido por un laberinto de ideas, sensaciones, momentos y dificultades... A medida que avanzamos nos vamos encontrando con distintos personajes que nos dejan un mensaje, una experiencia o sólo un momento insignificante para unos, pero que a lo mejor es importantísimo para otros. Por eso algunas personas son borrosas y se pierden con el tiempo. No quedan recuerdos ni registros. Son sólo pasajeros temporales de nuestro espacio. Y otras personas quedan bien nítidas, impresas en nuestras neuronas sin posibilidad de ser eliminadas de ese disco rígido que denominamos memoria.
De estas últimas, hay muchas, pero muchas personas que uno desearía poder olvidar. Por lo que nos hicieron, por lo que les hicimos sin querer cuando tratabamos de actuar de la mejor manera posible... pero no hay caso. Sus imagenes quedan en nuestro interior y no se alejan. A lo mejor por unos minutos, por unos años nos dejan en paz. Pero siempre surge alguna situación, alguna frase que trae los hechos de nuevo a nuestras mentes y nos hiere como si fuera la primera vez que nos sucede.
Por suerte al fin de cuentas, de algo nos sirven. Son un recordatorio constante (o casi) de los errores que no debemos volver a cometer, los caminos que no debemos volver a recorrer.
Pero por otro lado, hay personas que quedan grabadas en nuestras mentes y nuestros corazones por mucho, mucho tiempo. Quizas nos acompañan por un momento en nuestro camino, quizas toda la vida. Y quedan en nuestra memoria por motivos alegres como una amistad compartida que puede haberse perdido (o no) con el tiempo y las distancias. Quizá por unas risas compartidas en el momento justo, a lo mejor una ayuda cuando más la necesitabamos. O simplemente el compartir momentos sin intereses en el medio.
Son esas personas y esos momentos compartidos los que le brindan alegría a los días, a nuestras caras cuando miramos hacia atrás. Son esos momentos los que nos hacen sonreir incluso cuando tenemos el peor de nuestros días, cuando todo está gris y silencioso.
Y Son estas personas las que uno atesora y agradece a Dios, al destino, a la casualidad o a lo que uno crea, el hecho de que esas personas se hallan cruzado por nuestro camino.
Tanto unas como otras nos enseñan a transitar por este camino que es la vida. Algunas cosas preferiríamos aprenderlas de otra manera, sin sufrir. Y sólo tener alegrías. Pero sin sufrimiento no se puede discernir lo feliz, lo alegre. Por lo que si bien uno no quiere admitirlo, esas personas que nos hacen daño son un mal necesario. Es a partir de ellas que nos damos verdaderamente cuenta cuanto apreciamos a todos aquellos que nos quieren por quienes somos y no por lo que tenemos o dejamos de tener.
Hoy tuve un recordatorio de esto, si bien esta vez no me pasó a mi personalmente. Pero no quise dejarlo pasar...

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